El plano secuencia de las infancias en el deporte
¿Es tarde para hablar de la serie Adolescencia?

Por Milvia Warthon*
Jamie Miller es el protagonista de Adolescencia, la serie de Netflix que comenzará a emitirse en las escuelas porteñas con fines educativos. En el episodio 3 , Jamie le cuenta a la psicóloga, que su papá -un apasionado del deporte- solía decepcionarse cuando él no jugaba bien, cuando no rendía como se esperaba. No lo insultaba. No lo golpeaba. Pero sí se avergonzaba.
Imaginemos otro plano secuencia, uno que se repite los fines de semana en muchos clubes de barrio. Por lo general en los partidos de fútbol, aunque cada vez más en otros deportes: padres (sí, en su mayoría varones) “alentando” a sus hijos con gritos, presión, “argumentos técnicos”, discutiendo con entrenadores, enfrentándose con otros padres, generando incomodidad en las tribunas.
Lo que tiene que ser un lugar de disfrute termina siendo un espacio super tenso, donde los pibes y las pibas “aprenden” que equivocarse es fracasar. El juego deja de ser juego. Lo que debería formar, empieza a desintegrar.
¿Te encontraste alguna vez mirando mal a un padre que le gritaba a su hijo? ¿Te viste festejando con euforia y desborde un gol en un partido de chicos de 9 años? ¿Sentiste bronca cuando un nene le gritó a tu pibe porque se equivocó?
No es un tema del que se hable mucho. Quizás porque nos confronta con algo incómodo: nuestras propias miserias. ¿Qué ponemos en juego los adultos en la tribuna? ¿Qué deseos, qué frustraciones, hay de fondo?

Muchas instituciones de todo el país ya están realizando campañas para combatir esta problemática
¿Alguien puede pensar en los niños?
Las Naciones Unidas celebra, en el mes de abril, el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, busca reconocer el poder del deporte como herramienta para promover la paz, la tolerancia, la inclusión y la salud. Se lo considera una oportunidad para visibilizar cómo el deporte puede ser una herramienta poderosa para construir sociedades más justas, inclusivas y pacíficas.
Pero, digamos todo, este ideal cada vez más choca con la realidad que vivimos en clubes, canchas y espacios deportivos.
La presión de los adultos —las familias, entrenadores, el público— puede transformar el momento lúdico en una experiencia cargada de ansiedad, miedo al error y frustración. Se exige rendimiento, resultados, como si los pibes y las pibas debieran responder a las expectativas del mundo adulto más que disfrutar, aprender y crecer a través del juego.
Promover el deporte como espacio de paz implica también revisar nuestras prácticas, nuestras palabras y nuestras actitudes. ¿Qué mensaje le damos a un pibe o una piba cuando le gritamos todo el tiempo indicaciones desde la tribuna?
Qué pasa en nuestros clubes
Jorge Princic, coordinador de deportes del Club Social, Deportivo y Cultural El Trébol, nos cuenta: “Es muy común ver este problema en las canchas. Jornada tras jornada, se escuchan más gritos desde las tribunas. Se nota en las caras de madres y padres cuando el equipo va perdiendo: la desesperación, la tensión… como si cada partido fuera una cuestión de vida o muerte. En lugar de disfrutar, pareciera que los chicos están librando una batalla. Y esto no pasa solo desde la tribuna. También lo vemos entre colegas entrenadores que creen que a fuerza de gritos los chicos van a ejecutar órdenes como si fueran autómatas. Pero no funciona así. Cuando se grita, los chicos se anulan. Se bloquean. Entre los 6 y los 9 años están en plena etapa de aprendizaje: tienen que equivocarse para poder mejorar. Y sin embargo, vemos cada vez más presión, y menos juego. Por suerte, en nuestro club, El Trébol, trabajamos con otra mirada: que participen, que se diviertan, que mejoren día a día. Entrenamos lo que no sale bien, pero sin dramatizar. Porque el error no es un fracaso: es parte del camino.”
Por su parte, Marcela, madre de un niño de 9 años que juega al fútbol en otro club porteño, agrega: “A mi hijo le ofrecieron pasar de categoría por rendimiento. Estaba jugando muy bien, y tenía una diferencia marcada con los compañeros. Si bien él quería seguir jugando con sus amigos, como familia lo acompañamos, conversamos con él, y nos parecía un crecimiento y acompañamos el cambio de puesto en la cancha. Siempre tuvo profes atentos y comprometidos, pero la dinámica empezó a cambiar. Todo se volvió más tenso. Las tribunas estaban cada vez más pendientes de cada movimiento. No era una violencia explícita, pero se respiraba tensión en la tribuna. Gritos, directivas, miradas negativas ante el error. Una presión sobre lo que ‘debe hacerse’. Este año, él nos dijo que ya no quería ir más. Que no la pasaba bien, que a la mañana antes de un partido sentía nervios y no tenía ganas de ir. Que extrañaba jugar con sus amigos. Perdió esa espontaneidad, esa creatividad que tenía. Aunque desde el club lo alentaron a seguir, decidimos cambiarlo de nuevo. Volver a algo más lúdico, más sano para él. Y tengo que admitir algo: incluso yo, que siempre decía que lo importante era jugar y divertirse, terminé atrapada en esa lógica. Me vi a mí misma festejando un gol con euforia, descargando toda esa presión que se vivía alrededor. Necesitamos cambiar el enfoque. Cuidar qué decimos, cómo lo decimos, cómo reaccionamos cuando un pibe se equivoca. Pensar que otras formas hay de alentar que promuevan el juego y se preste atención a lo que se dice o se encuentren otras formas de accionar frente al error”.
Traeme la copa, Messi: una generación inspirada
Tenemos una generación movilizada por el amor al deporte y una red de clubes con un enorme potencial.
En Argentina, una generación de menores de 17 años creció viendo a la Selección Argentina alcanzar la gloria. La emoción se tradujo en un aumento importante de inscripciones en clubes de barrio y escuelitas deportivas.
Acompañemos ese deseo, aprovechemos este “boom” en los clubes —y el boom de la serie Adolescencia— como excusa para abrir la conversación. Es un buen momento para parar la pelota y que garantizamos condiciones de juego saludables y más amorosas.
Por eso, compartimos materiales que encontramos en redes, desarrollados para disfrutar del juego sin presiones. Ideas que pueden inspirar a transformar las tribunas:
- Modelo de carta del club para las familias**
Familias, En este Club apoyamos a los niños y las niñas en su aprendizaje priorizando que la pasen bien, que hagan vínculos de amistad, que jueguen en equipo, y que se respeten. No creemos que el equipo contrincante o los árbitros sean enemigos. Por esta razón, invitamos a que: •No den indicaciones a los pibe y la pibas en la cancha •Dejen que jueguen y se diviertan •No presionen respecto del rendimiento y/o el resultado •Los apoyen en sus logros •No griten ni menosprecien a sus hijos o hijas, sus compañerxs, contrincantes, entrenadores o árbitros. |
**Material del ciclo “Los derechos de niños, niñas y adolescentes se juegan en los Clubes” realizado en 2020, por el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación y la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF)
- Campaña de la Fundación Brafa (España) Papá, lo dejo
- “Abrir el juego: Estrategias para la erradicación de la violencia de género y la construcción de un deporte más justo” es un contenido creado por el Ministerio de Turismo y Deportes.
- #SiempreConRespeto, una iniciativa en Andalucía para fomentar el juego limpio y el respeto en el deporte infantil. #12CopaCOVAP
¿En tu club tienen iniciativas como estas? ¡Compartilas!
*Milvia Warthon es abogada y profesora de educación física. Coordina proyectos que articulan deporte y políticas públicas. Está a cargo del Laboratorio de Prácticas de TÁCTICA.