las sad en la opinón púlica

*Ignacio Mazzola

Con “necesidad y urgencia” el Gobierno Nacional impulsó en diciembre de 2023 la llegada de las Sociedades Anónimas al mundo de las instituciones deportivas. Desde entonces, en los medios y en las redes sociales se ha venido desarrollando un debate que si bien permite sopesar algunas razones a favor y en contra de esa modalidad de propiedad y gestión, no ha incorporado todavía como dato las tendencias que recorren la opinión pública en relación a este tema.

En Táctica tenemos la firme convicción de que es necesario producir datos y realizar investigaciones que fundamenten análisis y decisiones. Por eso trabajamos articuladamente con la consultora Sentimientos Públicos para sondear las opiniones de las y los argentinos respecto de si apoyan o no esta polémica medida.

Comprensiblemente, en un momento en que muchas otras preocupaciones pesan sobre gran parte de la población, el 20% de las 2552 personas consultadas manifestó no estar interesada en el tema. Dejando de lado ese nada despreciable número (que nos habla, quizás, del carácter inoportuno e innecesario de esta discusión, en este contexto), entre las 2036 personas que sí quisieron expresar su opinión encontramos un fuerte rechazo a las SAD: más del 60% de esas personas está en contra.

Para abrir un poco estos números, preguntamos por la relación entre nuestros encuestados/as y los clubes: era esperable que el desinterés fuera mayor entre quienes no son ni han sido nunca socios/as de clubes: 26,7%. Por el contrario, las personas más predispuestas a tomar posición son aquellas asociadas a “un club grande”: allí solo el 7,5% manifestó no estar interesada en la discusión. Claro, saben que de esos -sus- clubes se trata, básicamente (tanto para el gobierno como para los capitales a los que representa). También es en este grupo donde se alcanza el mayor porcentaje de personas a favor de las SAD: 39,6%. Mientras que el mayor número de personas en contra se encuentra entre quienes están asociados/as a clubes de barrio: 59,7% (seguidos muy de cerca por quienes son también -además- socios/as de un club grande: allí el rechazo a las SAD alcanza el 57% sobre el total de las personas consultadas).

Así, la vinculación con la experiencia de participación en un club chico, de barrio o de pueblo, resulta clave en la opción por la gestión asociativa y solidaria, sin fines de lucro. En cambio, quizás debido a que en nuestro país muchas personas se asocian a clubes grandes (de fútbol, en particular) por el acceso al espectáculo deportivo y no primariamente por la participación en actividades sociales y deportivas, es allí más alta -aún siendo minoritaria- la cantidad de gente que espera que se le brinde un servicio tal y como lo hace una empresa, por ejemplo un cine o un teatro.

Por otro lado, cuando se abren los datos con relación a las fórmulas presidenciales votadas en la primera vuelta, vemos que las inclinaciones se asocian fuertemente con el perfil ideológico de los candidatos: así, entre los votantes de Milei quienes están a favor de las SAD llegan al 56,4%, mientras que entre los de Bullrich alcanzan un 63,3% (curiosamente, la diferencia se debe a un mayor desinterés por el tema entre los votantes de Milei: 25,8%, contra un 20,5% respectivamente). Por su parte, el rechazo a las SAD llega al 85,3% entre quienes eligieron a Massa, y al 89,3% entre quienes se inclinaron por Myriam Bregman (aquí la diferencia se debe a que no hay entre estos últimos nadie que esté a favor). Significativo en el mismo sentido es el hecho de que el desinterés por la cuestión alcanza sus valores máximos entre quienes anularon su voto o votaron en blanco, o directamente no fueron a votar: 40,4% y 36,5% respectivamente.

Finalmente, la variable socioeconómica (estrato socioeconómico bajo, medio o alto) no supone variaciones estadísticamente significativas en las opiniones a favor o en contra de las Sociedades Anónimas Deportivas. No se trata de un tema sensible a la clase social de pertenencia (y en ese sentido, podríamos pensar, a los intereses materiales concretos de las personas de a pie) sino más bien al tipo de vinculación con los clubes y, fundamentalmente, al sistema de creencias que organiza las preferencias político-ideológicas.

Entonces, se trata de un tema más de los tantos marcados en nuestro país por “la grieta”, por la polarización. Eso hace muy difícil escuchar -realmente escuchar- las razones esgrimidas por las partes -cuando son argumentos de buena fe, y no mero disfraz de intereses encubiertos-. ¿Se podrá salir de la trampa de los extremos?

No se trata de ubicarse en “el medio” porque ahí estaría, de algún modo, “la verdad”. Sino de poder dar el debate. Reconocer, por ejemplo, que ya existen capitales privados que “aportan” a los clubes o que hay muchos clubes deficitarios que podrían beneficiarse de una gestión de otro tipo. También cabe decir de las SAD que, en aquellos países en que existen hace tiempo, el origen del capital no siempre es legítimo. De la misma manera, la gestión “privada” ha demostrado, en innumerables ocasiones, no ser garantía de eficiencia económica ni de éxito deportivo. Por lo demás, las múltiples funciones de los clubes como sociedades civiles quedan allí subordinadas (en ocasiones hasta desaparecer) a la finalidad “mezquina”, podríamos decir, de la ganancia. Así, se produce una pérdida no solo para los y las socias, sino también para la sociedad en su conjunto. La riqueza de unos pocos puede ser el empobrecimiento de muchos.

Por ello, sin desconocer los sentimientos del grueso de la población interesada en el tema (claramente en contra de las SAD), nos preguntamos si no sería posible explorar alternativas que trasciendan los límites y problemas de los modelos enfrentados. Así, por ejemplo, permitir la incorporación de capitales privados en los clubes (cuando esto sea necesario y positivo) sin que eso signifique entregar la propiedad colectiva o la identidad. Quizás la pregunta no sea “¿capitales privados: si o no?”, sino cuándo, cómo, y hasta dónde. ¿Se podrían incorporar bajo reglas claras, anteponiendo mecanismos de control (por parte de los socios) para garantizar la transparencia y el bien de la institución, tal y como lo interpreten sus “dueños” (los y las socias) a través de representantes democráticamente electos, con (como mínimo) poder de veto?

Se conocen innumerables experiencias frustradas de Sociedades Anónimas Deportivas. También las hay entre las Asociaciones Civiles sin Fines de Lucro. ¿Podremos darnos un debate serio, en vez de tratar este tema “con necesidad y urgencia”? En Táctica creemos que es posible, y necesario. Con datos en la mano, es tiempo de discutir ideas y no “slogans”.

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